Todo comienza con la despreocupación típica de finales de verano, cuando el aire se vuelve más fresco, pero el deseo de libertad no se desvanece. Lanas ligeras, antes y algodones vaporosos se combinan en formas suaves y románticas. Por la noche, los trajes pijameros acarician el cuerpo como una segunda piel, mientras que, durante el día, los lazos y los flecos añaden un toque artesanal a los looks delicados pero decididos. Las lentejuelas siguen siendo discretas, casi imperceptibles: revelan su luz solo a quien sabe captarla.